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CRISIS REPRESENTATIVA EN DEMOCRACIA

Foto del escritor: LUZ ANGELA SUAREZ DIAZLUZ ANGELA SUAREZ DIAZ

Actualizado: 5 sept 2022

Perú se encuentra nuevamente frente a un año electoral, por lo que muchos ciudadanos empiezan a preguntarse cómo sus demandas serán representadas por los gobiernos regionales y municipales, así como la capacidad de estos para responder a sus necesidades como sociedad.

Si bien la democracia ha mostrado tener notables ventajas frente a otras formas de gobierno, cuando se habla de la representación (entendida como una que se somete a la rendición de cuentas, basada en la identificación entre las partes y las acciones que se toman por el representante considerando el interés del representado Manin, 1998) las opiniones de los ciudadanos cambian. De esta manera la democracia peruana se encuentra en la cuerda floja pues cada vez hay más ciudadanos decepcionados.

En nuestro país, la población peruana ha aprendido a valorar la importancia de la libertad y derechos que nos ofrece como sistema de gobierno, sin embargo, con el paso de los años y tras la culminación de los diferentes procesos electorales, es más frecuente escuchar comentarios negativos acerca de los representantes que fueron escogidos. Los argumentos son innumerables si se trata de señalar que la democracia cuenta con problemas, poniendo énfasis en la debilidad representativa.

La carencia del sentimiento de representación alimenta a la poca estabilidad política, dificulta la gobernabilidad, debilita la participación ciudadana y genera ciudadanos escépticos generando esta crisis de representatividad. En perspectiva general esto solo alimenta un círculo vicioso de inestabilidad que nos introduce a cuestionarnos diversos aspectos que involucran a la democracia.

Estas crecientes opiniones acerca de la debilidad nos llevan en primer punto a plantear la pregunta: ¿Desde qué momento la ciudadanía empezó a concebir la idea de que existe una escasa representación? Al formularnos esta cuestión nos daremos cuenta de que este “malestar” parece ser un sentir crónico que padece, no sólo la democracia peruana, sino que se puede extender a la democracia moderna.

Las opiniones negativas frente a la lejanía que muestran los representantes de turno han convivido desde siempre con nosotros. El hiato que separa a los gobernantes de los gobernados nos muestra que no hay un origen específico en el tiempo, sin embargo, parece que se incrementa con el paso del tiempo. Para el caso peruano, basta con formular sencillas preguntas acerca de la representación que encuentran en los últimos resultados electorales. De esta forma nuestro país no ve que sus demandas sean tomadas en consideración, lo cual no hace más que generar una percepción negativa de los poderes del estado. Los canales de participación que generan conexión con la representación y participación no han logrado cohesionar a la diversa comunidad pública.

La representación es fundamental en democracia, pues mantiene el frágil andamiaje democrático; la solución a este problema no radica en formular opiniones negativas que solo acaban en melancólicos lamentos acerca de las taras del sistema, y que, más que contribuir a la búsqueda de soluciones, solo han traído consecuencias igual de negativas ante un “problema", que como ya se señaló parece ser constante.

Si la representatividad no tiene solución, ¿Qué resuelve el malestar en el elector? El primer punto que debemos tener en cuenta es que el electorado guía la acción de la clase gobernante, y, en segundo lugar, es necesario tener presente que la brecha representativa no se soluciona buscando figuras políticas que prometen una representación fehaciente de lo que realmente es el Perú, esos ideales utópicos que se han formulado cuando se habla de representación, no hacen más que incrementar el problema del cual nos lamentamos.

Como ciudadanos es importante entender que ante este malestar lo principal es no generar más desafíos. La crisis de la que tanto se habla debe ser motivo para entrar en un proceso resiliente, más aún cuando nos encontramos cerca de un nuevo proceso electoral. Las críticas al sistema también deben jugar un papel de introspección, solo de esta forma podremos analizar cuál ha sido nuestro comportamiento como electores. Los retos son grandes, pero como ciudadanos se debe ejercer un papel que permita auto fortalecer su capacidad participativa. Los peruanos tienen el desafío de romper con el círculo vicioso de la apatía política que los aleja e incrementa las brechas de representatividad, en este punto es clave dejar de lamentarse y actuar buscando el fortalecimiento democrático.

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