¿Es posible imaginar un mundo sin conflictos? Probablemente se oye como un ideal al que cualquiera de nosotros ha llegado a aspirar; pero, hablando más allá de términos utópicos, ¿es verdaderamente posible? Chantal Mouffe viene a quebrar nuestros paradigmas y nos trae una propuesta que, en vez de girar en torno a la erradicación del conflicto, ahonda en un cambio de visión; el cual es sumamente necesario en los convulsionados tiempos que vivimos, donde parece que la democracia ha fracasado en el intento de solucionar nuestros problemas. Chantal Mouffe es una filósofa y politóloga nacida en Bélgica en el año de 1943, estudió en la Universidad Católica de Lovaina y la Universidad de Essex, actualmente se desempeña como profesora del curso de Teoría Política en la Universidad de Westminster en Londres. En el presente artículo pretendo abordar su teoría sobre su democracia agonista y radical. Para comenzar, es necesario detenernos en la crítica que hace Mouffe hacia las democracias liberales. La filósofa belga destaca que la democracia moderna ha dejado de lado a las diferencias y a los antagonismos. En primer lugar, el ignorar a las diferencias es una herencia del universalismo que nos trajo la Ilustración; podemos afirmar que constituye un grave error, ya que, si bien en los inicios de la democracia moderna fue menester reconocer derechos universales como la igualdad y la libertad, lo que hace falta en nuestros días son derechos que ya no pueden ser universalizables, sino que están basados en las diferencias. Un ejemplo de ello podría ser el derecho de reconocimiento de tierras para los indígenas; no es un derecho universal, sino que va dirigido de forma particular a ese grupo étnico. Sin embargo, no es el único error que el liberalismo ha cometido en relación a las diferencias, a su vez, ha fallado en el esencialismo, porque percibe a la identidad del sujeto como algo estático; cuando en realidad, debe entenderse como algo abierto al cambio, por lo que habrá diferentes posiciones del sujeto. Pero ¿por qué las democracias liberales también han intentado neutralizar los antagonismos? Esta situación halla su origen en la pretensión del liberalismo por encontrar una solución final para los conflictos haciendo uso de la razón y el diálogo para establecer consensos en los que no exista exclusión. Un reflejo de ello es la falta de delimitación de fronteras entre los partidos políticos de izquierda y derecha, los cuales se combinan para elaborar una “política neutral” que satisfaga a todos.
Es en este punto donde entran a tallar dos conceptos: la política y lo político. Podemos definir a la política como aquel conjunto de prácticas que permiten organizar la convivencia de los seres humanos, la cual se caracteriza por ser siempre conflictiva al estar influenciada por lo político. Mientras que, en la misma línea, podemos decir que lo político ―emulando a Carl Schmitt1―está más vinculado a una dimensión ontológica2 y hace referencia a la dimensión antagónica de amigo/enemigo que existe en las relaciones sociales. En consecuencia, resulta válido afirmar que el liberalismo aparta a la política de lo político, puesto que, el liberalismo relega al ámbito privado los temas de intereses enfrentados que generan conflictos, y, por tanto, que suponen antagonismo. 1 Jurista y teórico político nacido en Alemania. 2 Relacionado con la ontología.
Algo que también nos menciona Mouffe es la hegemonía, la cual implica que una práctica política determine el comportamiento social y sea asimilada por la sociedad como “lo natural” o “el sentido común”; asimismo, que excluya a otros órdenes posibles, denominados como prácticas contrahegemónicas que podrían llegar a sustituir al orden hegemónico. Bajo este razonamiento, el liberalismo ocupa una posición hegemónica.
En cuanto a la propuesta que nos hace Mouffe, el autor señala que ella apuesta por una democracia radical y pluralista. Para la construcción de este modelo, se parte de aceptar que los antagonismos nunca van a desaparecer y, por ende, es necesario crear instituciones que nos permitan cambiar el antagonismo por agonismo; en otras palabras, no percibir a “los otros” como enemigos a quienes debemos destruir, sino como adversarios con quienes podemos disputar por el poder de una manera legítima.
En la actualidad existe una gran demanda de derechos particulares dirigidos a grupos específicos, que ya no pueden ser dados a todos; colocaría el ejemplo de la política de cuotas del 15% para los indígenas en las elecciones regionales y municipales3, ya que, sería un derecho del que fueron privados, y, por tanto, no puede aplicarse a grupos étnicos que no fueron puestos en desventaja por la historia. Sin embargo, rescato que esta medida estaría basada en el derecho universal de participar en la vida política del país4. Por otro lado, me gustaría destacar que la democracia requiere de lo político para un buen funcionamiento, esto se debe a que, si separamos a la política de lo político, nos toparemos con un debilitamiento de los partidos políticos que poco a poco terminará con la participación política o el ataque a grupos políticos, como pudo verse con el allanamiento a Nuevo Perú, en el contexto del estallido social de diciembre 2022- marzo 2023.
En conclusión, es posible afirmar que debemos comenzar a tomar en cuenta las diferencias para garantizar derechos particulares que aún faltan conquistar y para entender al sujeto; así como, la imposibilidad de llegar a un consenso final, debido a que va en contra de lo político y pone en riesgo tanto a la política como a la democracia. Asimismo, es necesario poner en marcha una democracia radical y pluralista, en la que las prácticas contrahegemónicas puedan competir contra la hegemonía en un campo desvinculado de la relación de enemistad y más ligado a una relación de disputa legítima, para de esta forma oír a todas las posiciones políticas y atender eficazmente las demandas.
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